lunes, 13 de febrero de 2012

Saliendo por la tangente

Hoy no toca bicicleta. Aunque sí monte; monte por el interior de la tierra. Vamos a recordar viejos tiempos y a darles lo suyo a Aitor, Isma, Alex y Txemi, y Darío. Como igual son muchos para mí solo, me acompaña Javi Millo, al que hace ya varios años que no veo, y algunos más que no coincidimos bajo tierra.

No vamos a hacer nada demasiado complicado. He elegido Baltzola y Jentilzubi para poner a prueba codos, rodillas y flexibilidad de esta cuadrilla de ciclistas carreteros y emeteberos, de forma que me pueda vengar de las palizas que de una u otra manera me suelen dar en casi todo tipo de terrenos. Lástima que no hayan picado el anzuelo los Iván, Pantani y Jon Pena.... Igual se animan viendo las fotos, no lo descarto del todo, jeje...

 Mañana muy frío con hielo en las campas y restos de la nevada de estas semanas atrás. Pero nada que no se arregle en cuanto entramos por la boca Gibeltar -las 11,00 h- y comenzamos a arrastrarnos por el laberinto de Baltzola. Un rato de desconcierto y desorientación, porque no encuentro el paso hacia el piso alto. Javi Millo me deja hacer entre sonrisas y muecas. El se acuerda mejor que yo, pero no mueve un dedo el muy... Tras buscar el paso por todos los pasadizos posibles, encuentro por fin la escalada -la recordaba más sencillita- y por fin comenzamos a reptar por los laminadores entre sudor, jadeos y algún que otro juramento. Y conste que el piso es arcilla endurecida, todo un regalo para codos y rodillas. Con un poco más de imaginación logramos saltar al piso intermedio y salir por la boca grande de Baltzola. Visitamos un momento el sumidero de la sima de Abaro para que vean el caudal que luego reaparecerá en la cascada tras el cañón de Jentilzubi. Regresamos por la enorme galería principal y salimos nuevamente por Gibeltar.


Entramos ahora en Jentilzubi y nuevos estrechos y caos laberínticos nos depositan en los gours que hacen las delicias de todos por su transparencia y profundidad. Tengo alguna breve laguna hasta que localizo la trepada a la galería que nos llevará hacia el  paso del cañón. Hoy tiene bastante agua y alguno se acuerda de las botas de goma que no ha traído... En contra de mis temores superamos con normalidad los dos estrechos y por fin comemos sentados a los pies del enorme cono de sedimentos del gran cañón. Proseguimos hacia la cascada y llegamos a ella en medio de un estruendo que apenas permite escuchar nuestras voces. Desistimos de pasar hacia el otro lado y llegar al sifón. Hay instalación fija pero nadie lleva arnés y no quiero correr riesgos con el agua bajando tan fuerte. Vuelta sin novedad y salimos a las 14,45 h.

Una jornada muy divertida para todos y que a mí me ha permitido convivir nuevamente con las maravillas subterráneas de la naturaleza y reencontrarme con mi discípulo y compañero Javi Millo.